Drama y nitroglicerina

Drama y nitroglicerina

lunes, 8 de febrero de 2016

CRÍTICA A LA AÑORANZA

Añoro la añoranza.
Esa sensación de echarte de menos.
Porque el verbo echar en ocasiones es sinónimo de tumbar sobre el suelo,
revolcar los cuerpos
y lanzar las ganas.

Pero nunca fuiste de menos.
Tampoco de más porque no me dejabas recalificar tu piel
o invertir todo tu vértigo en valores refugio en bolsa.
Aún así,
conseguí que valieses más y que costases dolorosamente demasiado…

o dolorosamente mucho
porque “demasiado” tiene un cariz negativo,
aunque pensándolo bien, 
tú no me otorgaste más que “un poco” relativamente enmohecido.

Dicen que casi todo en la vida es cuestión de matemática
y me paso todo el tiempo intentando demostrar que el orden de los sumandos sí altera la suma,
tú sin mí antes,
yo sin ti ahora,
tú antes,
tú ahora,
yo nunca
yo siempre…
si sumo cada variable en distinto orden el resultado cambia
y tú jamás eres un cero a la izquierda.

A la añoranza hay que cortarle a veces las alas,
jamás mutilarlas,
lo que se mutila no vuelve a crecer.

Deberíamos aprender que los amores no se olvidan,
ni si quiera aquellos que no bailaron contigo
o que no compartieron la copa de vino.
Todo pecado es perdonable.

A la añoranza hay que abrirla en canal para descubrir lo que no cuenta,
lo que tú escondes,
lo que yo no cuestiono.

¿Te has preguntado por esa adicción  que tienes a los amaneceres
en los que vuelves a ver mi sombra reflejada en tus ventanas?
Te contaré un secreto,
duermes cada noche en mi cama
y no me refiero a esa expresión bucólica de “en mis sueños”.

He descubierto huesos que jamás estudié.
Duelen,
quizás se hayan roto y se estén clavando en el corazón.
Una costilla quizás.
Aquella que me arranqué para que construyeras un hogar.

A la añoranza hay que venderle un billete de ida
para que camine por esa ciudad al ras del agua contaminada por tu veneno inerte.
Y si quiere volver,
que primero pase por algún centro de desintoxicación
en el que le laven las úlceras con alcohol de 90º.

Se me ha enquistado la añoranza
y me he vuelto su peor detractor.
Soy un indignado clamando justicia,
desatascando las alcantarillas para que todo recuerdo se vaya.
Pero soy mi propio patrono y mi propio obrero
luchando por el beneficio de tenerte y el de perderte,
bajándome el salario y forzando la huelga del quererte.

A veces, resuelvo la añoranza y te vas.

A veces, resisto a la añoranza y te traigo de vuelta.

Estimo hasta el color de los ojos de los hijos que no vendrán,
entonces,

le hago el amor a la añoranza hasta que recuerdo que 

yo te estaba olvidando.

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