Drama y nitroglicerina

Drama y nitroglicerina

domingo, 13 de octubre de 2013

LA GENERACIÓN QUE MÁS SUPO DE ECONOMÍA 

Nos enseñaron eso de que la economía 
es la gestión de unos recursos escasos 
para unas necesidades ilimitadas.

Ilimitada la voracidad con la que nos lanzaron a una sociedad 
que más que necesitar, 
fagocitaba la escasez de escrúpulos para alcanzar lo ajeno 
y hacer del prójimo un ser escaso de bienes, necesidades y deseos.

Nos trazaron las líneas de los ciclos económicos, 
curvas de oferta y de demanda. 
Nos mostraron la historia repetitiva del que pierde y gana, 
del triunfador ahorcado en grandes depresiones. 

Y aún así, 
nos lanzaron a la calle haciéndonos creer vencedores.

Nos llamaron perfil alto de inversor experimentado. 
Nos juraron que Basilea escribiría los 10 mandamientos 
y castigaría los pecados de los excesos ocultos.

Nos hablaron de transparencia tras velos opacos 
y leyendo a Kenneth Galbraith, 
nos creímos que habíamos aprendido de los errores 
de aquellos hombres de negro, 
de papel y tinta y sin pantallas.

Que el dinero podía ser sin existir, 
que Keynes no era de fiar 
y que la teoría del bienestar paralizaría el crecimiento ilimitado.

Nos intentaron convencer de que Krugman 
era un depravado del intervencionismo, 
que los mercados eran perfectos, 
que una mano invisible lo corregía todo 
y que existía el milagro de una economía del aquí y el ahora 
sustentada en tecnologías de la información.

Nos empujaron al auge 
cuando más libros se escribían sobre el triunfo del libre mercado 
y del cómo hacerse rico en bolsa.

Queríamos aprender de dioses llamados Soros 
y Stiglitz, por aquel entonces, 
era la piedra en el zapato de algún que otro capitalista ilustrado.

Éramos reyes. 
Habíamos estudiado las fusiones y adquisiciones más famosas de la historia. 
Nos hacían creer en el análisis técnico 
y jurábamos sobre la Biblia de los ratios y sus fundamentos.

Y nada más llegar a la calle sufrimos el despertar de un sueño, 
entonces sí que fuimos la generación que más supo de economía. 

Aprendimos solos lo que era la estanflación. 
Que la prima de riesgo era la odiosa comparación 
entre la vieja Europa con la Europa del sol y el viento.

Que ya no sobrepasan los hombres de negro 
los alféizares de las ventanas, 
que son madres de blanco 
la mayoría de las veces desahuciadas.

Nos escupieron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, 
cuando había que tirar a la basura sobres nominativos 
con algo que ellos llamaban créditos preconcedidos.

Les gritamos a la cara que no nos engañaran, 
que el Producto Interior Bruto no podía crecer 
con tasas de paro desorbitadas. 
Que las políticas restrictivas eran para tiempos de bonanza 
y que constreñir el gastos era la excusa para ahorcar lo poco que quedaba.

Les miramos a los ojos y con seguridad
les explicamos que sabíamos lo que era la devaluación fiscal 
y que lo que ellos hacían era un juego perverso 
ahogando con impuestos cualquier tipo de crecimiento.

Vimos el futuro pasar, 
y pasado fue el término acuñado como pobre mileurista, 
cuando la generación que más supo de economía 
se tuvo que dar con un canto en los dientes por un trabajo precario.

Y ahora que ya no nos engañan, 
que no nos convencieron sobre inversión en preferentes
porque éramos idealistas pero sin dinero. 
Ahora que agarramos la rentabilidad por los cuernos 
porque sabemos que nos desangrará el riesgo. 

Ahora sí, somos la generación que más supo de economía 
y que menos supo predecir el futuro.

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