Drama y nitroglicerina

Drama y nitroglicerina

lunes, 18 de marzo de 2013

Tú a Machado, yo a Manrique.

A ti te gustaba Machado
pero yo me volví adicta
a la melancolía de Jorge Manrique
y a las coplas a la muerte de su padre.

Aún guardo esos dos libros,
y recuerdo aquel poema que decía 
el que espera desespera
dice la voz popular.

Pero pasan los años
y la mala jugada 
de perderte aún me castiga 
con el olvido de tu voz.

Pero es sólo un sentido,
los otros 5 me acompañan
con cada cana nueva 
que me nace.

A la vista recuerdo tu sonrisa,
y recuerdo una ventana 
de muros bajitos, 
donde me sentaba 
a verte volver 
cada tarde del trabajo.

Al tacto recuerdo la piel 
de tus manos al agarrar las mías,
y el calor de tu pecho cuando
me dormía junto a ti,
en aquel sillón de orejas
alrededor del que crecí.

Al aroma tus manías, 
y ese olor a espuma de afeitar
y a esas colonias tuyas
de señor de los de siempre.

Al sabor los desayunos
de domingo, 
de frixuelos y miel,
y una cazuela a fuego lento 
con los platos de cuchara
que no volverán a saber igual.

Y a la intuición aquella mañana,
aquel beso que sonaba a despedida,
el frío de tu medalla rozando mi cara
y aquella llamada que cogí yo, 
aquella maldita mañana.

17 años han pasado 
y sólo te he soñado 3 veces,
3 veces que volvías, 
3 veces que todo era mentira,
3 veces que volvías a leer a Machado
y yo jamás leería a Manrique.

Recuerdo tu amor 
como una coraza que me protegía 
de todo y de todos.
Y a día de hoy lo sigo sintiendo así, 
porque cuando caigo tú me sostienes, 
cuando me elevo tú me acompañas
y en todo ese trayecto
no te escucho, 
pero siento tus manos grandes
agarrando las mías pequeñas.

Dónde estés, 
sigo siendo pequeña.
Desde dónde me cuides,
sigo llevando un traje de terciopelo.
Desde que te fuiste,
sigue adornando mi pelo
un mechón blanco de duelo.

Y es que soy lo que soy
por los cimientos que construiste de mi.
Y si busco orgullo,
es en el recuerdo de tu sonrisa.
Y la mayor penitencia de mis errores
es el miedo a defraudarte.

Ojalá no viviera de recuerdos.
Ojalá recordara tu voz.
Ojalá nuestras vidas
tuvieran aún esa proporción 
entre tu mano grande
y la mía pequeña, agarradas,
caminando el uno orgulloso del otro.